Let’s walk together
Queremos unos textos que describan los lugares de Malasaña que recomendamos en esta guía (la selección era increíble y el diseño del prototipo también). Es la primera de muchas . Si nos mola la propuesta te encargaremos los textos para la de Chueca y después La Latina, Barcelona, Bilbao, etc. Me hacían los ojos chiribitas. Porque aunque no lo sabían, no necesitaban unos textos sino una voz de marca, una personalidad verbal, una estrategia narrativa.
Partí de su eslogan: Let´s walk together y después de muchas preguntas apareció la pregunta adecuada: ¿y si la guía habla como un guía.? Conceptualmente tenía todo el sentido y formalmente podía tener mucha gracia y recorrido. Para cada barrio, un guía y un tono diferentes. Para Chueca, ¡uno que hablara todo el rato en femenina! Cuánto más avanzaba en el proceso creativo, más me hacían los ojos chiribitas.
Querían un título para la introducción y Walking Fingers sonaba muy bien; mapa de papel y dedos siempre van juntos.
El guía de esta primera guía habla por los codos, de usted, lleva sombrero de copa y bastón y no cansa. Al menos, eso intenté. Entonces no me cantaba el genérico masculino.
INTRODUCCIÓN
Para empezar a familiarizarse con Malasaña, ruego doblen ligeramente su dedo índice y lo hagan sobrevolar el casi centro de este maravilloso mapa inspirado en Pedro Teixeira hasta localizar la plaza del 2D Mayo. Los románticos también pueden usar, por supuesto, el dedo corazón.
Les invito a posarlo sobre el monumento dibujado y a permanecer un tiempo allí, puesto que si les sobra imaginación podrán sentir el histórico triunfo de los habitantes de este pequeño barrio sobre las tropas Napoleónicas allá por 1808. Si alguno de ustedes es francés, quisiera aprovechar esta ocasión para darle las gracias por haber sembrado una revolución y un barrio tan históricos. ¿Preparados para recorrer un pueblo de alma roquera situado entre Argüelles y Chueca? ¿Ansiosos por tantear este hervidero de cultura y postadolescencia? ¿Seguro? Perfecto, porque empieza a hacerse tarde.
Vayamos directamente al nombre. Muchos se habrán estado preguntando de dónde viene, me apuesto el sombrero de copa y el bastón. La respuesta se encuentra bastante cerca, en la calle Manuela Malasaña, en dirección norte, a sólo siete dedos de distancia de la plaza. Usted, el del whatsapp, no se despiste, esta parte es importante. Manuela fue una de las víctimas del Levantamiento del 2 de mayo de 1808, una joven y valiente costurera cruelmente asesinada por unas tijeras con tan sólo quince años. Una tragedia, desde luego. Pero no teman: el barrio es muy seguro.
Fíjense, ahora, en las calles situadas al sureste de la plaza: Velarde, La Palma, la Corredera, ¿ya las han localizado? Bien, son míticas. Allí mismo, 172 años después, un grupo de jóvenes culturalmente inquietos e igual de valientes que Manuela (todo hay que decirlo) logró convertir Malasaña en el cuartel general del underground postfranquista. Fue tan imperioso que acabó extendiéndose a todo el país. Les recomiendo reservarse una de las próximas noches para peinar el escenario de la famosa Movida Madrileña de los 80. Otra revolución –esta vez contracultural– que también nos hizo más sensibles, más libres, y más felices. Ocurrió de verdad. Hay pruebas por todas partes.
No puedo evitarlo. Cada vez que paso por este momento tan histórico me entran ganas de celebrarlo. ¿Me acompañan a tomar un vermú mientras les sigo guiando por el barrio? Conozco una antigua bodega que les maravillará. No tardaremos en llegar. Es justo aquí, a la vuelta de la esquina.
Se lo advertí, ya estamos. ¡Un monumento a La Ardosa! Se sumarán a mi entusiasmo cuando lleven cinco minutos en esta auténtica bodega fundada en 1892 en la que era fácil ver a Frank Sinatra pidiendo un vermú. A su manera, eso sí. Se lo aseguro: la Ardosa no tiene rival. Lo que tiene es una tortilla de patata y un salmorejo de llorar, una carta de cervezas para volverse loco, y una solera que ni la partida de nacimiento de Carlos IV. Y no exagero.
En algún momento se tropezarán con la Plaza de San Ildefonso. No duden en quedarse un rato. De día, de noche, en esta plaza pasan cosas, muchas cosas. Les recomiendo comprar comida en cualquier take away y sentarse a comer tranquilamente en el suelo como si fueran un habitante del barrio más. Si hace sol, pónganse crema y si es de noche, pónganse ciegos. Es lo suyo.
Imaginen que es de noche y están en un bar jugando con dos de sus mejores amigos al billar. Aunque es verano, en la calle hace frío: el número de parados no deja de subir. De repente empiezan a hablar del lugar en el que les gustaría perderse para siempre; es una librería, no muy grande, no muy típica, en la que también se sirven vinos de autor y cervezas artesanales. ¿El nombre? Tipos Infames. Un espacio –les doy mi palabra– que atrapa igual que una novela de Perez Galdós o un poema de García Lorca.
Los fans y defensores de las bicis, despierten por favor. En algún momento del viaje deben entrar por la puerta de La bicicleta Cycling Café y sentarse a tomar algo porque no les defraudará. De hecho, si esto más que un viaje es una escapada, vigilen bien la hora. El tiempo allí no pasa precisamente a pedales.
Atención a la tienda de ropa más indie de todo el planeta Malasaña: Monkey Garden. Guarden por lo menos una hora para gastarla en sus probadores, con suerte, acompañados de un dj. No lo olviden. Una camiseta nueva puede cambiar un viaje.
Hagan hambre antes de colarse en una auténtica cantina mejicana oscura e impredecible: La Catrina. Lo único seguro es que no podrán beber sólo un margarita y que la comida es deliciosa y que está llena de esqueletos y de gente moviendo el esqueleto y que hay vírgenes y flores y altares y máscaras y santitos y luces tenues por todas partes y el camarero eres tú y, disculpen esta frase tan difícil de digerir.
molaría que siguieras leyendo.
¡Tachán! Curiosite. La tienda con los regalos más sorprendentes de todo el barrio y posiblemente de toda la ciudad. Una fábrica de ¡halas! (in)necesaria y adictiva.
Atención a las damas que se mueren por la ropa vintage: vayan a The storage a volverse locas por favor. Pero háganme el favor de no pegarse, hay tiendas como esta en el barrio para aburrir por lo menos a cien caballeros.
¿Se acuerdan de la Plaza del 2 de mayo? ¿Napoleón, Manuela, las tijeras? Bien pues 205 años después sigue igual de invadida pero esta vez por un número infinito de bares con terraza. La guerra continúa: hoy la gente se mata por coger mesa.
¡Larga vida a Casa Camacho!: fundamental que se personen en esta famosa taberna castiza abierta en 1927. Les aseguro que este antiguo reino del vermú les arrebatará. No pierdan comba de la mezcla de grupos de abuelos con pandillas de treintañeros al más puro estilo My name is Earl compartiendo aperitivo. Es, como dicen ahora, bastante friki, y encima los precios son bajos. Pidan una berenjena de Almagro, unos pepinillos con anchoa o unas patatas bravas. Se pellizcarán.
Miren, les voy a confesar algo: El rincón, como tal, ni fu ni fa, pero es de los bares más aplaudidos del barrio así que por algo será ¿no creen? Si es la terraza, es la mezcla de la cerveza con la patata frita o es un poco todo, no lo sé. En cualquier caso, lo mejor es que vayan a buscar su razón.
Para los que prefieran algo menos madrileño, les propongo un rincón muy pequeño y muy argentino llamado Mastropiero: qué empanadas, qué pizzas, qué tartas, cheeeeee. Podrán pedir para llevar todo salvo el olor que sale de su horno. Inefable.
¿Conocen la palabra garito? Fantástico, porque La Vía láctea es el garito underground más legendario del barrio. Me explico. Fue el refugio nocturno en los primeros ochenta de aspirantes a artistas como Almodóvar, Alaska, Carlos Berlanga, García-Alix y resto de personajes de la famosa Movida Madrileña . ¿La recuerdan? Otro vermú, por favor.
Los más poppies: no crean que me he olvidado de ustedes. Les tengo preparada una nochecita en el Nasti que les costará recordar, y si no, al tiempo.
Propongo un brindis por el José Alfredo: maravillosa coctelería con pinta de piano bar clásico de película de cine negro. No sé qué les impresionará más, si la barra de escay, las mesas y sillas bajitas del fondo, la cantidad de espejos y gente del mundo del cine que lo frecuenta o los frutos secos mezclados con gominolas, vayan ustedes a saber. Lo seguro es que es uno de los mejores lugares del barrio para conspirar.
La Corredera baja de San Pablo, no se la pasen por nada del mundo. Es corta pero puede hacerse muuuuuuuuy larga a causa de la cantidad bares que hay, ni en todo Irlanda, créanme. Métanse en el Kikekeller si están dispuestos a pasar por una tienda de muebles, vayan a La Realidad, al Clarita, el Circo, el Maricastaña, y si está abierto, al Teatro Lara. Lo importante es mamarse y que a eso de las 4 o 5 o 6 am, cuando hayan terminado de recorrerla, eviten a toda costa pasar por la calle Barco: ¿lo pillan?
Una de las tiendas más mágicas del barrio, es, curiosamente, una antigua tienda de lámparas. Lámparas Ludory. Ya, ya sé que no han venido a comprar ninguna lámpara pero les prometo que vale la pena entrar: saldrán deslumbrados.
Se perderán grandes momentos si vuelven a sus casas sin haber ido a bailar al Ya´sta: un local nocturno famoso desde hace años por su poder camaleónico. Tan pronto se llena de siniestros como de hipsters, depende. ¿Qué de qué? Del día. ¿Que cómo lo pueden saber? Acercándose a la cola. Caballero, le ruego que se controle con los chistes, estamos rodeados de damas.
Si necesitan darle un descanso al hígado, nada como cinco funciones de teatro en menos de quince minutos para menos de quince personas. Les suena extraño, ¿verdad? Normal, es un nuevo formato de teatro. Todo un invento de un grupo de dramaturgos, actores y directores que sucede en un antiguo burdel. Microteatro por dinero. Ah, me hace ponerme de pie.
La Fábrica Maravillas: preciosa cervecería en la que únicamente se sirven cervezas artesanales y que nace de un pensamiento de sus dueños que he memorizado para ustedes: “la cerveza es una forma artística, un tesoro gastronómico, un acto político, un ritual místico, un oficio fundamental para el hombre y un vínculo capaz de unir a la humanidad”. ¿Cursi? Tal vez. Pero no por ello menos cierto. La cerveza une, eso es así.
Recuerden tomar de vez en cuando un buen café para mantenerse despiertos. Me viene a la cabeza uno maravilloso: El café de la Luz.
La calle Pez es una calle -y me van a perdonar el juego de palabras-tremendamente salada. Hay lugares curiosos por todas partes. Por ejemplo, Japanese Closet: una moderna tienda multimarca en la que venden desde zapatos hasta bicicletas. Otro ejemplo, el bar Palentino: un bar castizo castizo y barato barato como ningún otro. Dentro no darán crédito a la mezcla de abuelitos con palillo en la boca y cortinilla de vino en la mano y noruegas de Erasmus desmadradas pidiendo cervezas a 1,20€. Atónitos también les dejará El Zombie Bar, nadie en el barrio esperaba esta especie de diner con algo de garaje de los 60, algo de punk de los 70, detalles metal de los 80 y cosas del mundo skater de los 90. ¿Lo mejor? En mi modesta opinión las hamburguesas y el helado de mojito. Son de arrodillarse.
No se fíen de nadie que les diga que las croquetas de Casa Julio son regulares. Probablemente perdió el gusto o la cabeza en algún accidente. Hasta Bono, que estuvo allí con el resto de U2 hace años, lo sabe. No les miento. Son imbatibles. De cabrales, de morcilla con membrillo, de setas con puerro, espinacas y pasas y gorgonzola, atún con huevo, jamón: un auténtico festival de la croqueta. Les recomiendo A) ir muy pronto o B) armarse de paciencia, puesto que no reservan mesa y se llena enseguida. ¡Nadie es perfecto!
En una calle de pocos bares, cosa extraña, lo sé, encontrarán Casa Fidel: el restaurante de tapas y platos caseros que nos ayuda, a los que lo conocemos, a echar menos de menos la comida de nuestras madres (esto, por favor, que quede entre nosotros, que mi madre la pobre está muy mayor).
Cuando el cuerpo les pida un descanso, opten por ir a la Plaza de las Comendadoras. Tiene unas bonitas vistas a un convento que lleva en pie desde el siglo XVIII, dos cafés, cuatro columpios y una taquería. Por esta plaza pasaba sus días Luisito Cadalso de Galdós. ¿Cómo? ¿Qué no han leído nada de Benito Pérez Galdós? Por Diosy por la virgen, salgan disparados a comprar una de sus novelas a la librería Arrebato. No hombre no, ahora no, antes déjenme terminar, que ya queda poco.
Cuidado con enamorarse de una bici de Ciclos Noviciado por favor, sobre todo los que tengan que volver con Ryanair.
Para alimentarse gratis, nada como pasar media mañana recorriendo los 3.000 m2 del vanguardista Museo ABC de dibujo y diseño. Les adelanto ya que cuando lleguen a la cafetería, el chollo, se termina.
Qué más, ah, sí. El García: un restaurante amable con cara de loft entre nórdico y reciclado, pequeño, íntimo y reciente en el que se reinventa la comida tradicional y donde es fácil sentirse como en casa de la abuela, de una abuela joven, eso sí, de treinta años como mucho. Pero oigan, una abuela después de todo.
Quién fuera joven, como ustedes, para poder comprar una entrada en la puerta del Siroco sin ponerse colorado. Quién pudiera entrar sin tener que meter barriga y sin complejo, alguno. Qué recuerdos me trae esta mítica sala abierta desde hace veintidós años en la que da igual que haya un concierto o un DJ, la noche siempre promete. Resumiendo: me muero de envidia.
¿Conocen la canción de Los Chunguitos Dame veneno? Dame veneno que quiero morir dame veneenooo. Magnífico. Porque define perfectamente la resaca que provoca unas horas en el Karaoke Master Plató. Un lugar decadente y oscuro, abierto hasta las 6 de la mañana, al que se accede bajando las escaleras de un parking subterráneo. Se lo advierto: el garrafón es de pata negra. Hombre, no protesten, ¿qué más da? ¿Acaso no ayuda a superar mejor el miedo escénico? Quien avisa no es traidor.
Damas y caballeros, me apena tener que anunciarles que estamos rozando ya el final. Se ha hecho tarde y, por otro lado, ya conocen Malasaña lo suficiente como para poder seguir solas y solos. Me gustaría darles las gracias por haberme acompañado hasta aquí, ha sido un auténtico placer. Por favor, acepten un regalo de despedida: el Iberia: un plan surrealista de última hora. Un bar de taxistas cutre y perfecto para los que no quieran irse a dormir o se mueran de hambre. Se lo juro: el Iberia un sábado a las 7:30 de la mañana será un recuerdo que nunca olvidarán, por muy borroso que se lo lleven.
Por cosas de la vida no llegué a hacer los textos de la siguiente guía y la marca ya no existe. El trabajo con el que más he disfrutado nunca. Demasiado bonito para ser verdad.